Si hoy en día la democracia pluralista seduce, ello se debe, en principio, al derrumbe de sus más resueltos adversarios. Quienes despreciaban las libertades burguesas y construían el socialismo verdadero en Moscú, Praga y Budapest, se hundieron en el fracaso económico, la esterilidad intelectual y la esclerosis burocrática. Cuando los pueblos obligan a rendir cuentas, el sistema político occidental con elecciones libres y pluralismo partidario aparece acompañado de virtudes mágicas. Empero, el trayecto que lleva de la ilusión a la decepción es con frecuencia corto. "El jardín de las delicias democráticas" estudia justamente las razones, no evidentes para la teoría política clásica, en las que se fundan el prestigio y la debilidad del sistema democrático. Razones frecuentemente ignoradas por el escepticismo de las interpretaciones "psicologistas". Para Philippe Braud, por el contrario, "la democracia no funciona por los motivos que habitualmente se aducen, ya sean económicos o éticos. Su eficiencia reside en otro aspecto: en su aptitud para administrar los desafíos emocionales en la vida social". Atendiendo a categorías que, con palabras del autor, "parecen ofuscar el pudor de una ciencia política académica", tales como angustia, seducción, codicia y goce, Braud presenta una nueva teoría de la democracia que trastoca nuestra percepción de los hechos políticos, enriqueciendo notablemente su análisis.