La librería de tu barrio

Las cosas que digo son ciertas, dice un poema de Blanca Varela. Me gusta el tono de ese verso, de afirmación sin altisonancias, de manifiesto sin réplica ni exigencias. Yo querría hablar en ese tono como quien constata. Como quien celebra lo que hay y también lo que todavía no ha llegado a ser o no ha sabido conquistar. La inseguridad, los miedos, la soledad terrible están allí, cada vez que nos sentamos a escribir, pero también la luz, la exaltación, la posibilidad de comprender un poco más, de transformar eso que Ana Cristina Cesar llamó la maldad de escribir en un acto que pueda consolarnos de todo lo que nos deja ausentes a nosotras, de nosotras mismas. María Negroni Blanca Varela es una poeta que no se complace en sus hallazgos ni se embriaga con su canto. Con el instinto del verdadero poeta sabe callarse a tiempo. Su poesía no explica ni razona. Tampoco es una confidencia. Es un signo, un conjuro frente, contra y hacia el mundo, una piedra negra tatuada por el fuego y la sal, el tiempo, la soledad. Y, también, una exploración de la propia conciencia. Hay algo que nos obliga a llamar mi casa al cubil y mis hijos a los piojos. Poesía contenida pero explosiva, poesía de rebelión: Los números arden. Cada cifra tiene un penacho de humo, cada número chilla como una rata envenenada. Y en otro pasaje: El pueblo está contento porque se le ha prometido que el día durará 25 horas. Esto es la inmortalidad. La pasión arde y se afila una frase que es, a un tiempo, un cuchillo y una herida: Amo esta flor roja sin inocencia. Octavio Paz

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