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Remedio para melancólicos, por Hernán Martignone Hotel de las Ideas nos ofrece la posibilidad de saborear en este libro exquisito la historia más reciente de los autores, así como sus primeras colaboraciones publicadas en la nueva etapa de la revista Fierro, tres auténticas joyitas previas a El hipnotizador (que ya ha sido convertida en serie de televisión por la cadena HBO). "¡Cuatro historias completas y en colores!", como se anunciaba en otros tiempos, y entre ellas Cobalto, hermosa novela gráfica totalmente inédita hasta ahora. De Santis tiene ganado ya el lugar de escritor clásico, porque la calidad no pasa de moda. Fiel amante de la literatura de género (especialmente del policial), es el mejor heredero de la imaginación borgeana y de la concentración estilística del autor de "El aleph". Si bien se ha definido como "guionista ocasional", la historieta ha tenido una constante presencia en su vida (jefe de redacción de la primera Fierro, director de una colección de historieta) y en su obra, salpicada de significativas referencias al noveno arte. Al hojear Cobalto experimentamos un curioso déjà vu: sentimos la misma admiración que al observar otros libros de Sáenz Valiente, pero a la vez nos impacta la novedad, ese algo que no ha sido visto aún. Sáenz Valiente irrumpió para siempre en la escena historietística argentina (y francesa) con la tremenda Sarna (guión del inmortal Carlos Trillo), que aborda con una luz cegadora nuestra última dictadura militar, y El hipnotizador terminó de consagrarlo gracias a su narración gráfica conmovedora. Sus recopilaciones Sigilo y Matufia anticipaban un mundo propio que se dejaría ver con maestría y madurez en Norton Gutiérrez y el collar de Emma Tzampak (su claro homenaje a la línea aventurera de Tintín y de Blake y Mortimer) y en el policial telúrico La sudestada (ambas como autor integral). A De Santis le agrada inventar personajes que parecen decadentes o crepusculares ("Los problemas de la juventud sin las energías de la juventud" dirá el boticario Cobalto al encarar una nueva aventura), aunque en realidad están llenos de vida, llenos de una obsesión que es su motor inmóvil, "que mueve sin ser movido". Y Sáenz Valiente sabe graficar como muy pocos ese núcleo divino (heroico) y el ambiente en el que se desenvuelven esas criaturas. Aquí, tal vez más que nunca, el dibujante diseña desde las huellas de Alberto Breccia "una nueva arquitectura", que excede lo literal de esa palabra (por ejemplo, su versión del increíble Hotel Titanic): atraviesa a los personajes, en el cuerpo de Cobalto o de Madame Ormuz, y a la ciudad envenenada "con pociones de oscuridad". El pasado, que nunca está tan muerto como creemos, vuelve para enfrentar al boticario con su vida y con algo que se parece mucho a la muerte. La escasez de cobalto en la naturaleza sirve para reforzar el carácter especial del protagonista (acompañado de secundarios como Zinc y Cobre), pero este metal se erige además en inspiración cromática del apartado visual de la historieta. Los tonos cobalto tiñen con sus matices la mencionada oscuridad y habilitan un ambiguo juego con el concepto griego de phármakon ("remedio" y "veneno" a la vez), ya que el cobalto puede tener usos medicinales o efectos nocivos. Cobalto es, por eso, la cura para muchos de nuestros males, pero valga la advertencia de que nos inocula también el poderoso veneno de la historieta, para el que no hay antídoto.

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