Los filósofos contextualistas han presentado un claro desafío a la semántica tradicional al introducir la idea de que, a diferencia de lo que se creía, hay muchos enunciados del lenguaje natural que pueden ser reinterpretados y reevaluados de manera abierta en función del contexto en el que se son emitidos, es decir, son insospechadamente sensibles al contexto -entre ellos, los que contienen adjetivos comparativos (como Lucio es alto), expresiones cuantificacionales (como Todas las botellas están vacías) o adjetivos de color (como Las hojas son verdes). Además, la semántica tradicional también ha sido discutida debido a la aparente incidencia sistemática, en el contenido y/o valor de verdad de ciertos enunciados, de otros rasgos contextuales que tampoco habían sido tomados en cuenta. De este modo, a los ejemplos anteriores, se agregan los enunciados evaluativos, ya sean blandos (como El helado de dulce de leche es delicioso) o duros (como Anna Karenina es la mejor obra de arte literaria europea del siglo XIX); los enunciados acerca de futuros contingentes (como el típico ejemplo aristotélico: Mañana habrá una batalla naval); los que expresan modalidades epistémicas (tales como El tren debe llegar alrededor de las diez); las adscripciones de conocimiento (del tipo Antonia sabe que hay un hospital a tres cuadras). El análisis de estos casos ha generado un nuevo debate, en el cual el relativismo acerca de la verdad se presenta como una modificación radical de la semántica clásica. Esta posición ha sido a menudo fundamentada en la presunta existencia de genuinos desacuerdos sin falta, esto es, conversaciones reales o imaginarias en las cuales dos o más personas expresan opiniones contradictorias sobre un mismo tema sin que ninguna esté cometiendo un error. Este libro contiene un conjunto de artículos en los que se critican o defienden, mediante diversos argumentos, tanto el contextualismo semántico en sus distintas versiones como el relativismo acerca de la verdad.