La librería de tu barrio

En 1945, Salvador Novo (1904-1974) concluye las ciento y tantas cuartillas de su autobiografía clandestina, o mejor, inédita, "La estatua de sal", de título animado por un doble simbolismo: el mirar hacia atrás como la más inevitable y costosa de las desobediencias (la curiosidad), y el paisaje de Sodoma, la depurada por el fuego divino. El proyecto del libro se abandona y, al hacerlo, Novo muy posiblemente renuncia a su prosa más viva y personal. En sus memorias, el periodista de tiempo completo es el narrador... no postergado por las urgencias de la entrega de artículos; es el recreador de una insólita niñez provinciana y es el gay de cuarenta años que le otorga la materialidad posible, la de la escritura, a la experiencia fundamental de su vida, la homosexualidad. Si hay una conclusión, es ineludible: lo vivido con pasión que a nadie daña se justifica por sí mismo, y "La estatua de sal", de irresistible lectura, es el mensaje de Salvador Novo a Salvador Novo: si lo que viviste fue inevitable y gozoso, no tienes de qué arrepentirte. Novo escribe para ser leído algún día, y para ser leído en ese instante por él mismo. Por eso, en primera instancia, "La estatua de sal" no es provocación sino ejercicio, a través de la escritura, de los derechos negados. Y por eso, hoy, lo que fue "vulgaridad indecible" reaparece como valioso testimonio del cambio de costumbres y del ser excepcional que, sin programa explícito, aceleró cambios sociales y creó una literatura magnífica donde se enriquece nuestra diversidad. Carlos Monsiváis

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