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España era una cárcel. Tras el triunfo del ejército sublevado franquista en la guerra civil, decenas de miles de personas fueron detenidas e internadas en campos de concentración (plazas de toros, estadios de fútbol) y la mayoría de ellos pasaron posteriormente a los cuarteles, conventos y caserones que fueron habilitados como centros de internamiento, es decir, cárceles y prisiones. El exterminio físico planificado (las ejecuciones) se desarrollaba con absoluta "normalidad" durante los primeros años de la posguerra y las muertes por hambre y enfermedades en las prisiones fueron numerosísimas. ¿Cuál fue el delito de estas personas? Tener ideas... ser socialistas, anarquistas, comunistas, republicanos o simplemente «liberales» que habían apoyado al Frente Popular y, por supuesto, como agravante, el haber desempeñado cargos de representación popular (diputados, alcaldes, concejales) o haber ocupado puestos directivos en sindicatos y partidos políticos. Los que se encontraban «internados» y habían evitado la muerte estaban sujetos al recuento y al rancho carcelario, pero no menos dura fue la penuria, el hambre y la persecución política y social que sufrieron cientos de miles de personas (y sus familias) que estaban fuera de los cuatro muros prisioneros. Este es el relato de una de las personas que sufrieron esa persecución franquista.

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