El libro es un estudio sobre la brujería, pero desde un ángulo bastante original para la época; ya que la hipótesis de Michelet elucubra que la brujería medieval fue un eco del verdadero culto europeo; mucho más antiguo, y que sobrevivía apenas en estos grupos de brujas y hechiceros. Otra observación interesante, aunque menos original, es la opinión de que la brujería es, en su última instancia, un acto de rebelión contra el orden imperante; en este caso, la religión católica. Este espíritu rebelde, siempre dentro de la tesis de Michelet; toma las formas de aquel culto arcaico centrado en la figura femenina.